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domingo, 7 de junio de 2009

MOISÈS.




Les voy a contar algo que sucedió en mi barrio, Nueva Balmaceda. Esta es una historia que llevo junto a mí, desde hace muchísimos años y que me gustaría que todos ustedes la conocieran.
Por las calles de mi barrio, siempre veía pasar a Moisés: un joven educado, respetuoso, trabajador. Él era bajo de estatura, de ojos color café claro, cabello castaño liso. Al pasar, él siempre me saludaba y decía: -¡hola, señora Rosa! ¿Cómo está?, y yo le contestaba:
- ¡bien, hijo! y tú... ¿cómo estás?
-¡Muy bien, gracias!
- Mándale saludos a tus padres, y él me decía: -¡gracias!, con una sonrisa que siempre lo identificaba.
Moisés tenía muy buena relación con sus padres. Vivía junto a ellos... hasta que un día decidió presentarles a su polola; una joven mujer, de cabellera larga y castaña, de figura delgada y muy linda. Ella tenía dos hijos.
Antes de llevarla a casa ,Don Chuma ,que era el padre de Moisés le dijo a su hijo:, -hijo háceme caso, por favor. Ella no te conviene. Tú sabes que es drogadicta, y además tiene dos hijos que no son tuyos. Moisés le contestó muy enojado:
- esta vez no voy hacerte caso, porque ella es mi cielo, la amo con todo mi corazón. Y con lágrimas en los ojos, sollozando, le dijo a don Chuma:
-Discúlpame, padre mío, que te desobedezca. Yo la elegí y me voy con ella y sus hijos, porque yo la acepté, tal como es.
Moisés estaba muy triste y angustiado, por lo que le estaba sucediendo.
Tomó la decisión de alejarse de la casa y se fue a otra ciudad, a Copiapó, con María y sus hijos.
Al pasar el tiempo, Moisés empezó a consumir drogas, también. Pasaron muchas necesidades, al no tener nada que comer. Todo lo gastaba en drogas. Se empezó a enfermar.
Un día se vio en la necesidad de pedir limosna. Ahí fue cuando se dio cuenta que tenía una familia esperándolo en Antofagasta, que lo podía ayudar. Así que conversó con María y le dijo: -María me tengo que ir. Estoy enfermo y no tengo dinero para pagar un médico, y mis padres me pueden ayudar. Me voy a Antofagasta... y ella le contestó, molesta: - no estoy ni ahí contigo, loco. Yo me quedo aquí, con mis jotes y mis hijos, porque ellos son mis pagner. Se la juegan por esta muñequita, que soy yo. Me salvo sola. no estoy acostumbrada a estar como tú..., pero no te ofenday ,jote.
Al llegar a casa de sus padres, él se encontraba muy enfermo. Tuvieron que hospitalizarlo de emergencia y el médico le dijo a su familia que él tenía cáncer a los huesos y estaba muy avanzado... ¡no podían hacer nada!
Moísés, atormentado por su enfermedad y los recuerdos de su polola, no quería saber de nadie. Sus padres trataban de atender, lo mejor posible, pero no hubo caso. Siempre les decía: -¡Fuera, no quiero verlos!
Estaba lleno de amargura.
Su familia lo colmaban de cuidados, pues se sentían culpables por lo que le estaba sucediendo. Sus padres, buscando consuelo, les llevaron a los hermanos de la fe. Ellos eran Testigos de Jehová, pero ante el desprecio y rechazo de Moisés, tuvieron que retirarse.
Pasaron los días y Moisés se puso peor y no aguantó su enfermedad. El murió junto a los recuerdos de su querida y amada María.
Por eso yo lo llevo siempre en mi memoria: con su especial sonrisa y no como que murió de cáncer a los huesos, sino que, como el joven que murió de amor.


AUTORA: ROSA.

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